Blog/Otras grandes manzanas

La manzana que quería ser estrella

Había una vez una manzana que siempre había querido ser estrella.

Se pasaba los días imaginando, ilusionada, cómo sería su vida brillando en el cielo.

Un buen día, vio a unos pájaros alzando el vuelo y la manzana les preguntó:

          “¿Sabéis dónde duermen las estrellas?”

Las aves, sonriendo, respondieron:

          “No, querida manzana. Las estrellas no duermen. Están en el cielo día y noche, siempre llenas de luz. Pero, claro, de día el sol no nos permite verlas…”

Y nuestra amiga tuvo aún más ganas de convertirse en una de ellas. De estar siempre rebosante de luz, siempre en lo más alto del cielo.

Días después, una ráfaga de aire rozó la piel de la pequeña manzana y esta aprovechó la ocasión para preguntarle al viento:

          “Dime, viento, ¿tú sabes si las estrellas están quietas? O…¿viajan por el universo?

Y el viento se detuvo un instante para contestarle amablemente:

          “Las estrellas recorren tooodo el firmamento… ¡a toooda velocidad!”

Y una vez más, la manzana sintió el profundo anhelo de corretear junto a ellas.

Poco a poco, fue madurando. Cambió su color, su tamaño… ¡pero ni rastro de su sonrisa! Se sentía incapaz de ser feliz si no cumplía su deseo.

Un día de verano, apareció una familia que se sentó a hacer un picnic debajo del manzano donde la manzana había crecido.

Al contemplar las rojas y preciosas frutas colgando del árbol, la familia se sintió muy alegre. Y el padre, con cuidado, decidió agitar ligeramente el tronco hasta lograr que cayeran algunas. Las más maduras.

Y su hija pequeña, muy animada, recogió de la hierba la más hermosa de todas. Nuestra querida manzana.

La observó, la olió y la frotó con su vestido hasta dejarla bien brillante. Y después, le pidió ayuda a sus padres para cortarla.

La cortaron juntos, por la mitad, con el rabito hacia un lado. Y lo que la niña descubrió en el corazón de la manzana, ¡fue una magnífica estrella de cinco puntas!

Emocionada, le dijo a sus padres:

          “¡Mirad qué maravilla! ¡Aquí hay una estrella!”

Nuestra manzana, al fin sonrió.

Había vivido triste toda su vida. Sin darse cuenta que dentro de sí… ¡guardaba una hermosa estrella!

Y que para mostrarla, tenía que abrirse y brindarla a los demás.

FIN.

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