El “fruto prohibido” de la Biblia nunca fue una manzana, fue un error de traducción
Seamos sinceros: la manzana es una fruta irresistible. Justamente por eso, podríamos entender que Eva no pudiera evitar la tentación de comer esa manzana que cambiaría el rumbo de nuestras vidas. Pero… ¿Y si te dijeran que la manzana nunca existió? Pues, así es. Ante todo, dejemos aparcado el escepticismo y hablemos desde el punto de vista de las Sagradas Escrituras.
Hagamos un viaje al pasado, concretamente, al Jardín del Edén. Según el Génesis, aquí es dónde nacieron Adán y Eva (los primeros humanos que pisaron el planeta Tierra). El Dios de la Biblia tenía claro que debía poner a prueba la lealtad y obediencia de sus hijos – “Podéis comer de todos los árboles del jardín, menos del que está en medio: el árbol de la Ciencia del bien y del mal. El día que comáis de él, moriréis.” Pero, como bien sabemos, ocurrió un giro inesperado y apareció el mismísimo demonio en forma de serpiente. Su objetivo era tentar a Eva y conseguir que comiera el “fruto prohibido”; sí, el que todos conocemos como “la manzana”.
Con estas pinceladas y después de recordar el primer pecado original, nos volvemos a teletransportar, pero ahora, el protagonista es Jerónimo de Estridón. En el año 382 d.C. tuvo una gran responsabilidad que consistía en traducir la Biblia (escrita en hebreo y griego) al latín. No nos vamos a engañar: no es ninguna tarea fácil. De hecho, tardó nada más y nada menos que quince años en terminar la traducción, la cual se conoce con el nombre de La Vulgata. Aunque, fue aquí donde nació el “terrible engaño”.
Tal y como comentábamos, traducir no es tarea fácil y aún menos si no eres un experto en latín. Este fue el caso de Jerónimo de Estridón, quien confundió malus (mal) con mâlus (manzano); dos términos latinos muy parecidos, aunque su pronunciación no lo es tanto (en el segundo término se alarga la letra “a”). Por lo tanto, en el Génesis nunca se habló de manzanas, sino de un fruto no especificado.
En definitiva, las queridísimas manzanas nunca han sido el fruto del pecado original. ¡Un pecado sería no comerte una de nuestras Manzanas Envy! ¿Por qué? Pues, porque son el antídoto ideal para hacer de tu día uno increíble: son crujientes, rojas, saludables y con un sabor totalmente único, ¡así que de pecado nada! Son tan exquisitas que no devorarlas es complicado. Adán y Eva seguro que serían más generosos que nosotros…
Recuerda que es la manzana más Envydiada y… ¡Por algo será!